Reflexión domingo 24 de diciembre 2017
María, la gozosa espera del
recién nacido…
Lucas 1,26-38
El nacimiento de una nuevo hijo en una familia es siempre un momento lleno de
alegría y esperanza. Pero también es, hay que reconocerlo, un momento difícil.
La madre pasa por un trance que no es fácil. La vida que nace viene al mundo en
medio del dolor. El recién nacido es frágil, débil. Los padres se tienen que
volcar en cuidados y atenciones. El bebé se convierte necesariamente en el
centro de la familia. Necesita de todas las atenciones posibles. Sólo así la
nueva vida podrá crecer y llegar a ser una persona adulta. Es un largo proceso
que está erizado de dificultades. El recién nacido es para los padres un motivo
para ser responsables. La alegría del nacimiento se irá colmando en la medida
en que los padres colaboren en el desarrollo del hijo. Por eso la expectativa
del nacimiento es tiempo de esperanza pero también de preocupación. ¿Irá todo
bien?
María es la
protagonista de este último domingo de Adviento. El momento del nacimiento de
Jesús está cerca. María vivió sin duda este tiempo en la esperanza y en el
gozo. Como toda madre se haría preguntas en torno al futuro del hijo que
llevaba en su seno. Y no tendría todas las respuestas. Solamente podía fiarse
de la palabra de Dios que había recibido: lo que llevaba en su seno era obra
del Espíritu de Dios. La fe caracteriza la actitud de María. Vive tranquila,
confiada en el Señor. Por eso, puede ir a visitar a su prima para ayudarla
también en el momento del parto.
La gozosa esperanza en la fe debe caracterizar también la vida de
la Iglesia y de nuestra comunidad cristiana. En nuestro mundo está germinando
la presencia de Dios. Eso forma parte esencial de nuestra fe. Prepararnos para
celebrar la Navidad es tener abierto el corazón a la novedad que Dios puede
traer en cualquier momento a nuestras vidas. Porque Dios sigue naciendo en
nuestro mundo. Dios sigue haciéndose presente entre nosotros. A veces de las
formas más inusitadas, pero siempre, seguro, entre sus preferidos, los más
pobres, los más sencillos, los que no tienen nada. ¡Bienaventurados seremos si
somos capaces de descubrir esa presencia misteriosa de Dios cerca de nosotros!
Entonces sí que estaremos preparados para celebrar la Navidad.
Cuando
observamos nuestra sociedad, ¿somos capaces de descubrir en ella esa presencia
inminente de Dios? ¿Celebramos con gozo los signos de salvación y de vida que
descubrimos en nuestro mundo?
Paz
y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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