Reflexión domingo 12 de noviembre
2017
“Velad y orad”
Mateo 25,1-13
Una vez más, Jesús cuenta a los discípulos una parábola. Es
apenas una historia. Como las que a veces contamos a los niños para que se
duerman. Pero todos sabemos que las historias pueden llevar dentro muchas
cosas. Hablar mediante parábolas es una forma de hablar. Para que los que
quieran entender, entiendan. En esta ocasión, Jesús se la cuenta a los
discípulos. Ellos seguramente entendieron que la parábola no era una pura
historia. Jesús les quería decir algo mediante la historia de aquellas diez vírgenes encargadas de preparar la fiesta
de las bodas y de esperar al novio. De las diez, cinco fueron lo
suficientemente prudentes como para disponer lo que necesitaban para la espera.
Tomaron consigo suficiente aceite como para poder encender sus lámparas. Así
estarían dispuestas aunque el novio llegase a la medianoche. Las otras cinco no
pensaron, no se preocuparon. Y la llegada del novio les pilló desprevenidas. Se
quedaron fuera de la fiesta. Dentro estaba la luz, fuera la oscuridad. Las
cinco vírgenes necias quedaron envueltas en la oscuridad de la noche.
Hay personas que dejan siempre para mañana lo que pueden hacer
hoy. Exactamente lo contrario de lo que dice el refrán: “No dejes para mañana
lo que puedas hacer hoy”. Son personas que están muy seguras de que van a
disponer de mañana para reconciliarse con su hermano, visitar a aquel amigo enfermo,
devolver lo que robaron, dejar de beber, comenzar a ser honestos en el trabajo
o comenzar a preocuparse de sus hijos. Se olvidan de que el mañana es aquello
de lo que ciertamente no estamos seguros. Lo que tenemos como seguro es el
ahora, el presente. Nada más. ¿Hay alguien que sepa con seguridad que mañana va
a estar vivo? ¿No será mejor comenzar a hacer hoy todas esas cosas? Así, en
caso de que no dispongamos de mañana, al menos habremos comenzado a
reconciliarnos, a vivir una vida más feliz, a amar más a los que viven con
nosotros, a ser más honrados. Al menos, le podremos decir al Señor que quizá no
terminamos de hacer todo lo que teníamos que hacer pero no fue porque no
empezásemos sino porque nos faltó tiempo.
Eso es lo que nos pide Jesús: que estemos atentos, despiertos a
nuestra vida, que hagamos lo que tenemos que hacer para que cuando llegue el
momento de dar cuentas no nos encontremos sin aceite en las lámparas y con las
manos vacías.
¿Qué tenemos
pendiente de hacer? ¿Podías enumerar todas aquellas cosas que, como cristiano,
crees que deberías hacer y que hasta hoy no has hecho por pereza, por dejadez,
por abandono, porque te resulta difícil? Revisa la lista y decídete a hacer una
o dos de ellas.
Paz
y Bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy Cazón
Fraternidad Eclesial Franciscana
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