Reflexión viernes santo -2017
La vuelta hacia el Padre…
Juan 18,1-19,42
Jn 18,1 Cuando terminó de hablar, Jesús pasó con sus discípulos al
otro lado del torrente Cedrón. Había allí un huerto, y Jesús entró en él con
sus discípulos.
Jn 18,2 Judas, el que lo entregaba, conocía también ese lugar, pues Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas hizo de guía a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas.
Jn 18,4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?” 5 Contestaron: “A Jesús el Nazareno.” Jesús dijo: “Yo soy.” Y Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos.
Jn 18,6 Cuando Jesús les dijo: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron al suelo. 7 Les preguntó de nuevo: “¿A quién buscan?” Dijeron: “A Jesús el Nazareno.” 8 Jesús les respondió: “Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.” 9 Así se cumplía lo que Jesús había dicho: “No he perdido a ninguno de los que tú me diste.”
Jn 18,10 Simón Pedro tenía una espada, la sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 11 Jesús dijo a Pedro: “Coloca la espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?”
Jn 18,12 Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14 Caifás era el que había dicho a los judíos: “Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo.”
Jn 18,15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de la casa del sumo sacerdote, 16 mientras que Pedro se quedó fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, y habló con la portera, que dejó entrar a Pedro. 17 La muchacha que atendía la puerta dijo a Pedro: “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre.” Pedro le respondió: “No lo soy”.
Jn 18,18 Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.
Jn 18,19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó: 20 “Yo he hablado abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares donde los judíos se reúnen, tanto en las sinagogas como en el Templo, y no he enseñado nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho.”
Jn 18,22 Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: “¿Así contestas al sumo sacerdote?” 23 Jesús le dijo: “Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?”
Jn 18,24 Entonces Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
Jn 18,25 Simón Pedro estaba calentándose al fuego en el patio, y le dijeron: “Seguramente tú también eres uno de sus discípulos.” El lo negó diciendo: “No lo soy.” 26 Entonces uno de los servidores del sumo sacerdote, pariente del hombre al que Pedro le había cortado la oreja, le dijo: “¿No te vi yo con él en el huerto?” 27 De nuevo Pedro lo negó y al instante cantó un gallo.
Jn 18,2 Judas, el que lo entregaba, conocía también ese lugar, pues Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas hizo de guía a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas.
Jn 18,4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?” 5 Contestaron: “A Jesús el Nazareno.” Jesús dijo: “Yo soy.” Y Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos.
Jn 18,6 Cuando Jesús les dijo: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron al suelo. 7 Les preguntó de nuevo: “¿A quién buscan?” Dijeron: “A Jesús el Nazareno.” 8 Jesús les respondió: “Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan.” 9 Así se cumplía lo que Jesús había dicho: “No he perdido a ninguno de los que tú me diste.”
Jn 18,10 Simón Pedro tenía una espada, la sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 11 Jesús dijo a Pedro: “Coloca la espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber la copa que el Padre me ha dado?”
Jn 18,12 Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a Jesús, lo ataron 13 y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. 14 Caifás era el que había dicho a los judíos: “Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo.”
Jn 18,15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de la casa del sumo sacerdote, 16 mientras que Pedro se quedó fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, y habló con la portera, que dejó entrar a Pedro. 17 La muchacha que atendía la puerta dijo a Pedro: “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre.” Pedro le respondió: “No lo soy”.
Jn 18,18 Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.
Jn 18,19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le contestó: 20 “Yo he hablado abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares donde los judíos se reúnen, tanto en las sinagogas como en el Templo, y no he enseñado nada en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho.”
Jn 18,22 Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: “¿Así contestas al sumo sacerdote?” 23 Jesús le dijo: “Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?”
Jn 18,24 Entonces Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
Jn 18,25 Simón Pedro estaba calentándose al fuego en el patio, y le dijeron: “Seguramente tú también eres uno de sus discípulos.” El lo negó diciendo: “No lo soy.” 26 Entonces uno de los servidores del sumo sacerdote, pariente del hombre al que Pedro le había cortado la oreja, le dijo: “¿No te vi yo con él en el huerto?” 27 De nuevo Pedro lo negó y al instante cantó un gallo.
Jesús ante Pilato
Jn 18,28 Llevaron a Jesús de la casa de Caifás al tribunal del
gobernador romano. Los judíos no entraron para no quedar impuros, pues ese era
un lugar pagano, y querían participar en la comida de la Pascua. 29 Entonces
Pilato salió fuera, donde estaban ellos, y les dijo: “¿De qué acusan a este
hombre?”
Jn 18,30 Le contestaron: “Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.” 31 Pilato les dijo: “Tómenlo y júzguenlo según su ley.” Los judíos contestaron: “Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.”
Jn 18,32 Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir.
Jn 18,33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” 34 Jesús le contestó: “¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?” 35 Pilato respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”
Jn 18,36 Jesús contestó: “Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.”
Jn 18,37 Pilato le preguntó: “Entonces, ¿tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.” 38 Pilato dijo: “¿Y qué es la verdad?”
Dicho esto, salió de nuevo donde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro ningún motivo para condenar a este hombre. 39 Es costumbre entre ustedes que en la Pascua yo les devuelva a un prisionero. ¿Quieren ustedes que ponga en libertad al Rey de los Judíos?” 40 Ellos empezaron a gritar: “¡A ése no! Suelta a Barrabás.” Barrabás era un bandido.
Jn 19,1 Entonces Pilato tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado. 2 Los soldados hicieron una corona con espinas y se la pusieron en la cabeza, le echaron sobre los hombros una capa de color rojo púrpura 3 y, acercándose a él, le decían: “¡Viva el rey de los judíos!” Y le golpeaban en la cara.
Jn 19,4 Pilato volvió a salir y les dijo: “Miren, se lo traigo de nuevo fuera; sepan que no encuentro ningún delito en él.” 5 Entonces salió Jesús fuera llevando la corona de espinos y el manto rojo. Pilato les dijo: “Aquí está el hombre.”
Jn 19,6 Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Pilato contestó: “Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no encuentro motivo para condenarlo.” 7 Los judíos contestaron: “Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, pues se ha proclamado Hijo de Dios.”
Jn 19,8 Cuando Pilato escuchó esto, tuvo más miedo. 9 Volvió a entrar en el palacio y preguntó a Jesús: “¿De dónde eres tú?” Pero Jesús no le contestó palabra. 10 Entonces Pilato le dijo: “¿No me quieres hablar a mí? ¿No sabes que tengo poder tanto para dejarte libre como para crucificarte?” 11 Jesús respondió: “No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto. Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.”
Jn 19,12 Pilato todavía buscaba la manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: “Si lo dejas en libertad, no eres amigo del César; el que se proclama rey se rebela contra el César.” 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús al lugar llamado el Enlosado, en hebreo Gábbata, y lo hizo sentar en la sede del tribunal.
Jn 19,14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos: “Aquí tienen a su rey.” 15 Ellos gritaron: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!” Pilato replicó: “¿He de crucificar a su Rey?” Los jefes de los sacerdotes contestaron: “No tenemos más rey que el César.” 16 Entonces Pilato les entregó a Jesús y lo condenó a la cruz.
Jn 18,30 Le contestaron: “Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.” 31 Pilato les dijo: “Tómenlo y júzguenlo según su ley.” Los judíos contestaron: “Nosotros no tenemos la facultad para aplicar la pena de muerte.”
Jn 18,32 Con esto se iba a cumplir la palabra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a sufrir.
Jn 18,33 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” 34 Jesús le contestó: “¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de mí?” 35 Pilato respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?”
Jn 18,36 Jesús contestó: “Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.”
Jn 18,37 Pilato le preguntó: “Entonces, ¿tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo has dicho: yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.” 38 Pilato dijo: “¿Y qué es la verdad?”
Dicho esto, salió de nuevo donde estaban los judíos y les dijo: “Yo no encuentro ningún motivo para condenar a este hombre. 39 Es costumbre entre ustedes que en la Pascua yo les devuelva a un prisionero. ¿Quieren ustedes que ponga en libertad al Rey de los Judíos?” 40 Ellos empezaron a gritar: “¡A ése no! Suelta a Barrabás.” Barrabás era un bandido.
Jn 19,1 Entonces Pilato tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado. 2 Los soldados hicieron una corona con espinas y se la pusieron en la cabeza, le echaron sobre los hombros una capa de color rojo púrpura 3 y, acercándose a él, le decían: “¡Viva el rey de los judíos!” Y le golpeaban en la cara.
Jn 19,4 Pilato volvió a salir y les dijo: “Miren, se lo traigo de nuevo fuera; sepan que no encuentro ningún delito en él.” 5 Entonces salió Jesús fuera llevando la corona de espinos y el manto rojo. Pilato les dijo: “Aquí está el hombre.”
Jn 19,6 Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Pilato contestó: “Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no encuentro motivo para condenarlo.” 7 Los judíos contestaron: “Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, pues se ha proclamado Hijo de Dios.”
Jn 19,8 Cuando Pilato escuchó esto, tuvo más miedo. 9 Volvió a entrar en el palacio y preguntó a Jesús: “¿De dónde eres tú?” Pero Jesús no le contestó palabra. 10 Entonces Pilato le dijo: “¿No me quieres hablar a mí? ¿No sabes que tengo poder tanto para dejarte libre como para crucificarte?” 11 Jesús respondió: “No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto. Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.”
Jn 19,12 Pilato todavía buscaba la manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: “Si lo dejas en libertad, no eres amigo del César; el que se proclama rey se rebela contra el César.” 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús al lugar llamado el Enlosado, en hebreo Gábbata, y lo hizo sentar en la sede del tribunal.
Jn 19,14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Pilato dijo a los judíos: “Aquí tienen a su rey.” 15 Ellos gritaron: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!” Pilato replicó: “¿He de crucificar a su Rey?” Los jefes de los sacerdotes contestaron: “No tenemos más rey que el César.” 16 Entonces Pilato les entregó a Jesús y lo condenó a la cruz.
Jesús es crucificado
Jn 19,17 Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando con su propia
cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario (o de la Calavera),
que en hebreo se dice Gólgota. 18 Allí lo crucificaron y con él a otros dos,
uno a cada lado y en el medio a Jesús.
Jn 19,19 Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba escrito: “Jesús el Nazareno, Rey de los judíos.” 20 Muchos judíos leyeron este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba muy cerca de la ciudad. Además, estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas: “Rey de los Judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.” 22 Pilato contestó: “Lo escrito, escrito está.”
Jn 19,23 Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron: 24 “No la rompamos, echémosla más bien a suertes, a ver a quién le toca.” Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suertes mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados.
Jn 19,19 Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba escrito: “Jesús el Nazareno, Rey de los judíos.” 20 Muchos judíos leyeron este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba muy cerca de la ciudad. Además, estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21 Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas: “Rey de los Judíos”, sino: “Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.” 22 Pilato contestó: “Lo escrito, escrito está.”
Jn 19,23 Después de clavar a Jesús en la cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. En cuanto a la túnica, tejida de una sola pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron: 24 “No la rompamos, echémosla más bien a suertes, a ver a quién le toca.” Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suertes mi túnica. Esto es lo que hicieron los soldados.
Últimas palabras de Jesús
Jn 19,25 Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la
hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. 26 Jesús, al ver a
la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: “Mujer,
ahí tienes a tu hijo.” 27 Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre.” Y
desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
Jn 19,28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, dijo: “Tengo sed”, y con esto también se cumplió la Escritura. 29 Había allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios. 30 Jesús probó el vino y dijo: “Todo está cumplido.” Después inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
Jn 19,28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, dijo: “Tengo sed”, y con esto también se cumplió la Escritura. 29 Había allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios. 30 Jesús probó el vino y dijo: “Todo está cumplido.” Después inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
Le abrió el costado y salió sangre y agua
Jn 19,31 Como era el día de la Preparación de la Pascua, los
judíos no querían que los cuerpos quedaran en la cruz durante el sábado, pues
aquel sábado era un día muy solemne. Pidieron a Pilato que hiciera quebrar las
piernas a los crucificados y retiraran los cuerpos. 32 Fueron los soldados y
quebraron las piernas de los dos que habían sido crucificados con Jesús. 33
Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron las
piernas, 34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al
instante salió sangre y agua.
Jn 19,35 El que lo vio da testimonio. Su testimonio es verdadero, y Aquél sabe que dice la verdad. Y da este testimonio para que también ustedes crean. 36 Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un solo hueso. 37 Y en otro texto dice: Contemplarán al que traspasaron.
Jn 19,38 Después de esto, José de Arimatea se presentó a Pilato. Era discípulo de Jesús, pero no lo decía por miedo a los judíos. Pidió a Pilato la autorización para retirar el cuerpo de Jesús y Pilato se la concedió. Fue y retiró el cuerpo.
Jn 19,39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, según la costumbre de enterrar de los judíos.
Jn 19,41 En el lugar donde había sido crucificado Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie todavía había sido enterrado. 42 Como el sepulcro estaba muy cerca y debían respetar el Día de la Preparación de los judíos, enterraron allí a Jesús.
Jn 19,35 El que lo vio da testimonio. Su testimonio es verdadero, y Aquél sabe que dice la verdad. Y da este testimonio para que también ustedes crean. 36 Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un solo hueso. 37 Y en otro texto dice: Contemplarán al que traspasaron.
Jn 19,38 Después de esto, José de Arimatea se presentó a Pilato. Era discípulo de Jesús, pero no lo decía por miedo a los judíos. Pidió a Pilato la autorización para retirar el cuerpo de Jesús y Pilato se la concedió. Fue y retiró el cuerpo.
Jn 19,39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, según la costumbre de enterrar de los judíos.
Jn 19,41 En el lugar donde había sido crucificado Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie todavía había sido enterrado. 42 Como el sepulcro estaba muy cerca y debían respetar el Día de la Preparación de los judíos, enterraron allí a Jesús.
En el largo evangelio de hoy, sucede aquello que el narrador ya
nos ha anunciado en distintas ocasiones. Todos somos conscientes del final de
Jesús, de su muerte en cruz. Pero su muerte no es el final trágico, sino
que debe entenderse como la vuelta hacia el Padre. ¿Cómo comprender esta
diferencia?
Es obvio que la muerte de una persona es algo lamentable. El
asesinato es repudiable y condenable desde cualquier punto de vista. Nadie
quiere que otro sufra o que unos le provoquen daño, tortura o castigo a otro
ser humano, en especial si esa persona es inocente.
Pero en el evangelio de Juan, el final de Jesús y su muerte en
cruz no debemos entenderla como humillación sino como elevación. Verlo en la
cruz no es el final, sino el inicio de un largo proceso discipular donde verlo
elevado en cruz debe significar el acto más grande de amor desde el cual
podemos comprender todas las palabras y acciones de Jesús.
Es verdad que la liturgia de hoy nos invita a detenernos y
contemplar la cruz, la cual, como instrumento de tortura de los romanos, se
hace signo visible que efectivamente requiere de revertir su significado;
de instrumento de tortura a signo de salvación. Por eso llevamos una cruz en el
pecho, por eso hacemos la señal de la cruz al inicio y al final de la
eucaristía y de todo rito. Pues el cristiano es alguien que cree y que tiene
esperanza en un final distinto al de la aparente frustración o fracaso. Que
ante la muerte en cruz no podemos más que esperar convencidos de que el mal y
las tinieblas no tienen la última palabra.
En el relato del evangelista Juan, Jesús, como protagonista,
relaciona su pasión, es decir, el camino hacia la cruz, con lo que realizó en
su actuación pública. En momentos claves aparece la figura de Pedro quien se
convierte en el representante de todos aquellos que abandonan al Maestro en el
momento en que necesitaba más los necesitaba.
Y así se enfrenta Jesús a los juicios de Anás, el sumo sacerdote,
y de Pilato, prefecto de la provincia romana en Judea.
Permítanme profundizar en el juicio de Jesús ante Poncio Pilato.
Posterior al interrogatorio de Anás en casa de Caifás, Jesús es
llevado al Pretorio a primera hora de la mañana. El episodio se desarrolla en
dos escenarios: dentro del Pretorio y fuera del Pretorio, los cuales adquieren
un gran valor simbólico pues los que niegan a Jesús se encuentran fuera del
Pretorio, en tanto Pilato que entra y sale del Pretorio, es decir, de donde
tenían a Jesús, entiende y comprende la identidad del acusado de blasfemo y
malhechor.
§ Capítulo
18, v 28, llevaron a Jesús al pretorio (Jesús entra al pretorio), es
decir al tribunal, pero los judíos no entraron. Por lo tanto, dentro del
pretorio se encuentra únicamente Jesús.
§ V
29 Pilato sale y tras preguntarle a los judíos la
acusación contra Jesús, ellos responden: Es un malhechor y queremos condenarlo
a muerte.
§ V
33 Pilato entra al palacio, ante Jesús, y tras un
breve intercambio de preguntas y respuestas, Pilato le pregunta, ¿tú eres rey?,
y Jesús responde: “tú lo has dicho: yo soy Rey”. Aquí tenemos que sentir y
notar que Pilato le cree a Jesús, que al estar en su presencia ha comprendido
que, efectivamente, es Rey y que en su voz está la verdad.
§ V
38b Pilato sale y le dice a los judíos que no
encuentra crimen para condenar a Jesús. Le propone a los judíos, es decir, a
los que están fuera o lejos de la presencia de Jesús, que decidan a quién
liberar; si a Jesús, Rey de los Judíos, o a Barrabás (que según el texto de
Juan era un bandido). La muchedumbre pide que liberen a Barrabás, que
contradictoriamente y para nuestra sorpresa, el primer crimen con el cual
presentan a Jesús ante Pilato es precisamente el de ser malhechor (bandido). Y
piden que suelten al bandido. ¡Vaya forma de solicitar con mentiras la muerte
del justo!
§ En
el capítulo 19, versículo
4, Pilato sale nuevamente ante la multitud y les
presenta a Jesús azotado, con una corona de espinas en la cabeza, con una capa
color púrpura, insultado y golpeado por los soldados romanos. Pilato dice
–nuevamente- que no encuentra en Jesús ningún delito, y lo presenta ante todos
diciendo: ¡Aquí está el hombre!
§ En
el versículo 8 Pilato, al escuchar de los sumos sacerdotes que pedían
crucificar a Jesús, dice el texto que “tuvo más miedo”. Y en el versículo 9,
entró nuevamente en el palacio y –desconcertado- le pregunta a Jesús, ¿De dónde
eres tú? Jesús, haciendo gala de la dignidad ante su retorno al Padre, provoca
que en el versículo 12 Pilato busque todavía la manera de dejarlo en libertad.
§ La
multitud sigue gritando que lo crucifiquen, y en el versículo 14 Pilato
presenta a la muchedumbre a “su Rey”. En el versículo 15 todavía les pregunta
¿He de crucificar a su Rey? Y ante la insistencia de los sumos sacerdotes,
Pilato no tiene más opción que entregarlo y condenarlo a la cruz.
§ Imaginemos
por un momento la angustia de Pilato que condena a Jesús a pesar de no
encontrar en él ningún delito. ¿Por qué Pilato sí comprendió la identidad de
Jesús y la muchedumbre no? Para conocer a Jesús tenemos que estar ante él;
hablarle, preguntarle, dialogar y comprender sus signos, su encarnación.
§ Pilato
en el versículo 19 mandó a escribir un letrero para colocarlo sobre la cruz, el
cual decía: “Jesús el Nazareno, Rey de los judíos”. Y para Pilato, “lo escrito,
escrito está”.
El relato continúa con varias escenas. Jesús es consciente de que
todo se ha cumplido y por ello entrega su Espíritu; el hecho de brotar de su
costado sangre y agua; y la aparición de José de Arimatea y Nicodemo quienes
dan sepultura al cuerpo de Jesús.
Veamos a estos dos personajes como representación de los
discípulos que ante la pasión y muerte de Jesús, son capaces de vencer el temor
ante los judíos y romanos.
En fin. El viernes Santo no se comprende sin los signos del Sábado
en la vigilia Pascual.
Además de la Cruz, signo visible, tenemos otro elemento que
debemos tomar en consideración: El Silencio.
El silencio que nos propone la liturgia frente a la cruz cobra
sentido pues ante la tumba de Jesús nosotros, los creyentes, hemos de escuchar
la voz de Dios, que nos dice una y otra vez que la muerte no tiene la última
palabra.
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth Bonardy
Cazon
Fraternidad Eclesial Franciscana
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