Reflexión jueves santo – 2017
Jesús rompe todos los esquemas, pero no nos es
ajeno…
Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, El, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás». «No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!» Jesús le respondió: «Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!» Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos». Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios».
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes».
Hoy nos convocamos en la Iglesia para
celebrar el día de la institución eucarística, la última cena de Jesús. También
festejamos el día del sacerdocio y lo que llamamos el día del amor fraterno.
Quizás sea este el relato que mejor expresa la esencia de lo que fue Jesús
y su mensaje.
No es fácil dejar a Dios que se muestre donde nosotros no podemos verlo por
nuestros esquemas y seguridades. Es importante dejar que se muestre donde
nosotros no podemos ver.
La protesta de Pedro, en el relato de Juan, deja claro que, en aquel momento,
los discípulos no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco
nosotros, después de dos mil años, somos capaces de desentrañar todo el
profundo significado de lo que estamos celebrando hoy.
Este texto es impresionante. Jesús rompe todos los esquemas, pero no nos es
ajeno.
Jesús vive unos hechos y unas actitudes por los que nos podemos dejar
atraer, mover, impulsar… Jesús muestra el rostro del Padre. En El se
revela quien es, como es, como se vive y se relaciona con las personas. Jesús
nos muestra al Dios que nos crea y nos recrea en permanencia a cada uno. De
este Dios guardamos una huella en nuestro corazón.
1. Sabemos que no fue un rito de purificación. No responde a una
necesidad urgente. Tampoco podemos reducirlo a un acto formal de humildad.
Jesús pasaba de todo formalismo. Fue, sin duda una acción profética. La Biblia
está plagada de esta manera de trasmitir una verdad profunda, sobre todo en los
profetas. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la
última cena, se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin
razón, porque en esos gestos, en esas palabras está encerrado todo lo que fue
Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como
cristianos.
Lavar los pies era un servicio que sólo hacían los inferiores a los
superiores. Normalmente solo desarrollaban ese trabajo los esclavos. Jesús
quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como el señor.
Esto es lo que había hecho Jesús durante toda su vida, pero ahora quiere hacer
un signo que no deje ningún lugar a la más mínima duda. Es importante el hecho
en sí, pero mucho más, lo que quiere significar.
2. Ser más humano es ser capaz de amar más. En este gesto del lavatorio de
los pies se condensa quien es Jesús. Probablemente Jesús tuvo muchos gestos en
su recorrido que le identificaba, que le revelaban. Pero es este, este gesto de
bajarse, de arrodillarse, de servir, de amar incondicional y gratuitamente… en
donde Jesús es.
Arrodillarse, lavar los pies de sus discípulos:
– revela quien es, su identidad más profunda. Esto soy
yo, dice en el paralelo de la Eucaristía de los otros evangelios. Este soy yo.
Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero significado de la
eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo
parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Meteo bien en la cabeza, que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para
dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dándome a los demás. Yo soy sangre, (vida) que se derrama para todos, que
llega a todos que da vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a
todo el que se deja empapar por esa Vida. Las palabras finales son muy
importantes.
¿Qué gesto nos revela más nitidamente en quienes somos?
¿Dónde somos más genuinamente quienes somos de fondo?
– revela su unidad con el Padre: el amor, el servicio, la
entrega… revelan el rostro de Dios. No se trata de renunciar a nada, sino de
conseguirlo todo, al elegir la más alta posibilidad de plenitud humana. Ahora
pueden comprender el sentido que tiene esta celebración.
Esta actitud de Jesús a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de
Dios “Señor” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa
como soberano celeste, sino como servidor del hombre. Dios está a favor de cada
hombre no imponiendo su voluntad desde arriba sino trasformando al hombre desde
abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel.
Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje
de Jesús. Toda imposición queda deslegitimada, aunque esta verdad es muy
difícil de asumir.
Pero la fuerza de este gesto tiene todavía un alcance mayor, porque habla
de quien es Dios, del ser de Dios. Es Dios quien se abaja en Jesús. Dios se
inviste de amor servicial, de amor esclavo. No es que Dios se rebaje, sino que
Dios está abajo, libre de toda pretensión, sosteniéndonos desde nuestra base:
nuestra condición ínfima y efímera, necesitada.
– y su misión: he venido para que tengan vida,…. Eso
soy yo, eso tenemos que ser nosotros. Justo porque Jesús, y Dios en Jesús, se
abaja, se pone al nivel de lo último. En este abajamiento hasta lo último nos
incorpora a todos. Vamos siendo alcanzados por este gesto de Jesús en nuestras
vidas.
“ sabiendo que el Padre lo había puesto todo en sus manos, que
había venido de Dios y que a Dios volvía… habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.”
Jesús son las manos del Padre, su
manifestación, su extensión.
El camino de Jesús llega al último lugar, y al más bajo: a los pies de la
humanidad. Con este gesto la creación cobra una densidad sorprendente. El
Maestro se convierte en Siervo.
Alzamos la mirada, y no encontramos a Jesús, porque ha descendido. En los
cielos no está el poder. Para encontrar a Dios hay que buscar por abajo, hay
que decrecer, abajarse hasta lo ínfimo y “ínfimo y efímero pero necesarios”.
Quisiéramos postrarnos ante Él, él es nuestro Maestro y Señor y ha sido él
quien se ha postrado ante nosotros. Ya lo dijo Carlos de Foucauld: “Jesús ocupó
el último lugar y nadie podrá arrebatárselo”.
Abundan los verbos: se levanta de la cena, se quita el manto y,
tomando una toalla se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a
lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había
ceñido.
Dios más que amor , es amar. Dios no es un sustantivo estático que podemos
retenerlo, atraparlo, sino que es acción, que es dinamismo, del que todo viene
al que todo vuelve “En él somos, nos movemos y existimos”.
Para percibir que Dios es amar, hemos de dejar que él se muestre
donde nosotros no sabemos ver. El lugar del siervo es el lugar del rey. La
donación sustituye a la dominación. El gesto de Jesús implica la reciprocidad,
el dar y el recibir, el amar y dejarse amar.
No es fácil admitir esto. Tampoco Pedro lo pudo.
No es fácil abrirse que lo máximo pasa por lo mínimo, por lo ínfimo, por lo
pequeño.
“felices ustedes si hacen lo mismo”
Es difícil lo que hoy nos muestra la palabra: es ponerse ante la libertad
de servir renunciando a los propios derechos. El cambio es que todo es
recibido.
Sólo perdiéndonos podremos encontrarnos en una manera de ser y de vivir que
nos hace uno en Dios, que os revela a El en nosotros.
Jueves
Santo para compartir con los que menos tienen, para visitar enfermos, consolar
a los tristes, acompañar a los que están solos, acoger a los inmigrantes,
escuchar a los jóvenes...Jueves Santo, en fin, para vivir y ayudar a
vivir en plenitud.
En este
día Señor dime como ser pan…
Paz y bien
Hna. Esthela Nineth
Bonardy Cazon
Fraternidad Eclesial
Franciscana
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