Reflexión domingo 11 de marzo 2018
Dios nos ama sin medida
Juan 3,14-21
La
Cuaresma avanza y es tiempo de irse centrando en lo que es más importante y
fundamental. ¿En nuestros pecados? No. Más bien en el amor de Dios. Ahí está la
clave del asunto, el centro de la vida cristiana. Y, por supuesto, la energía
que dinamiza los domingos de Cuaresma según nos acercamos a la celebración de
la Pascua.
Tanto la segunda lectura como el Evangelio centran el punto con claridad. En el
Evangelio, Jesús habla con Nicodemo –cualquiera de nosotros, un discípulo
atento– y le dice una frase que todos nos deberíamos guardar anotada en un
papel en la cartera o en el bolso y, más importante, en el corazón: “Tanto amó
Dios al mundo que le dio a su Hijo único”. El de Dios es un amor loco, sin
medida. Si nos pidiera consejo, cualquiera de nosotros le invitaría a ser más
prudente en su forma de amar. Y le recordaríamos aquello de que “en el medio
está la virtud”. Posiblemente Dios nos contestaría que no hemos entendido lo
que es el amor. Y nos invitaría a leer el famoso capítulo 13 de la primera
carta de san Pablo a los Corintios –que no estaría de más que leyésemos de
nuevo, por supuesto–.
La segunda lectura es de Pablo, su carta a
los Efesios y comienza de una forma que no deja en sus oyentes ninguna duda
sobre la forma de ser Dios y su relación con nosotros: “Dios, que es rico en
misericordia y nos tiene un inmenso amor...” Con eso ya bastaría para hacernos
repensar un poco la forma tan miserable que tenemos a veces de vivir nuestra fe
y nuestra relación con Dios. Pero es que Pablo afirma además que “aunque
estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida junto con
Cristo”.
La primera lectura cuenta la vuelta a casa
de los deportados en Babilonia. Aquel destierro fue consecuencia del pecado del
pueblo. Pero su liberación no fue causada porque los deportados se hubiesen
convertido sino por puro amor de Dios que inspira a Ciro para que ejecute la
liberación.
No hay mucho más que decir. Simplemente
rumiar muchas veces esas frases, acogerlas en nuestro corazón y dejar que ellas
nos vayan quitando de la cabeza las muchas ideas preconcebidas que tenemos
sobre un Dios castigador, que está atento a nuestros más pequeños fallos para
castigarnos, que nos mira con desconfianza, que no cree en nosotros, etc. En
nuestras manos está rechazar el amor y la vida que Dios nos regala en Jesús. Lo
podemos hacer pero seríamos tontos si lo hiciéramos. Porque Dios no nos pide
nada a cambio. Nos regala el amor para que lo vivamos y lo compartamos sin
medida. ¿Qué más se puede pedir? Cuaresma es levantar la mirada, reconocer el
amor con que Dios nos ama y darnos cuenta de que seguirle a él es lo mejor que
podemos hacer con nuestra vida.
Paz y bien
Hna.
Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad
Eclesial Franciscana
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