Reflexión domingo 8 de abril 2018
Una
comunidad creyente…
Juan 20,19-31
La fe se
da siempre en el seno de una comunidad. No se reconoce a Jesús en la soledad
sino en la relación con los hermanos y hermanas que forman la comunidad
eclesial. Es la comunidad creyente la que va haciendo el camino de la fe, apoyándose
unos a otros, poniendo en común las dudas y las dificultades, los hallazgos y
las seguridades. Los creyentes se arriesgan a creer en común, lo que es siempre
más complicado pero más gozoso que creer en soledad. En la relación fraterna,
la confesión de la fe se convierte en compromiso público que he de verificar en
mi conducta diaria delante de los demás.
Esta realidad tan fundamental para la Iglesia se refleja ve en las lecturas de
este domingo. Los Hechos de los Apóstoles acentúan el aspecto de la puesta en
común de todo por parte de la comunidad de creyentes. Los que formaban la
Iglesia de aquellos primeros días lo tenían todo en común. En medio de la
comunidad los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor. El
testimonio era acogido y compartido. La fe era compartida y celebrada. La vida
era también compartida en todas sus dimensiones. De forma que nadie pasaba
necesidad. Todos se confortaban mutuamente en la fe y en todo lo necesario para
vivir.
Pero eso no significa que aquella primera
comunidad no tuviese problemas, que creer fuese fácil para ellos. Ni siquiera
era sencillo para los mismos apóstoles. Le fe en la resurrección de Jesús no
fue algo conseguido en un abrir y cerrar de ojos. Fue un proceso en el que los
apóstoles y los demás discípulos fueron creciendo juntos. El Evangelio de hoy
es testigo directo de esta realidad. Jesús se hace presente en medio de los
discípulos, les habla al corazón, les confirma en la fe. Todos se sienten más
seguros. Todos menos uno, que no estaba presente en el momento en que Jesús se
apareció. Es Tomás. No es que dude. Simplemente quiere estar seguro de que de
verdad es Jesús el que se aparece, de que no es un fantasma o una ilusión. No
está dispuesto a entregar su vida por nada. Por eso quiere ver la señal de los
clavos y meter su dedo en el agujero. Quiere estar seguro de seguir a Jesús y
no a un fruto de su imaginación. Y lo vio y creyó.
Hoy se nos propone a nosotros, comunidad
cristiana, encontrarnos con Jesús. No con el Jesús que nos imaginamos sino con
el Jesús real de los Evangelios. Se nos impone leerlos con detalle. Para
comprometernos a seguirle, porque está vivo, porque ha resucitado. Creer en su
resurrección compromete nuestra vida de tal modo que nada puede seguir igual.
Delante de los hermanos y hermanas nos comprometemos a vivir como cristianos,
como sus discípulos, las 24 horas del día.
Paz y bien
Hna.
Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad
Eclesial Franciscana
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