Reflexión domingo 15 abril 2018
Pascua, tiempo de perdón…
Lucas 24,35-48
Hay una
idea que recorre las tres lecturas de este domingo. Es la del perdón de los
pecados. Es un perdón que va más allá de todos los límites y que nos abre a
nuevas posibilidades de vida, a una nueva esperanza. Para los que han
convertido su vida en un desastre, Dios abre nuevos caminos. No está todo
perdido porque el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos es el Dios del
perdón misericordioso, no el de la venganza.
La
lectura de los Hechos de los Apóstoles recoge uno de los primeros discursos de
Pedro a los judíos. Habla a unos sorprendidos israelitas que han sido testigos
de una curación milagrosa. Y les dice que eso no es nada, que lo más importante
es la resurrección de Jesús, al que ellos habían matado, que ha sido Dios quien
lo ha hecho. Ése ha sido un verdadero milagro. Y lo mejor es que en su nombre
todos nos podemos arrepentir y nuestros pecados se borrarán. En la segunda
lectura, Juan nos habla de cómo todos tenemos un abogado ante el Padre que pide
siempre por el perdón de nuestros pecados. Ese abogado es Jesús. Él murió no
sólo por el perdón de nuestros pecados sino por los del mundo entero.
Y en el Evangelio el mensaje del perdón se
mezcla con otro mensaje que también nos llega muy adentro al corazón: el
mensaje de la paz. Jesús resucitado se aparece a sus discípulos y lo primero
que hace es desearles paz. No es un fantasma el que se aparece. Es el verdadero
Jesús. Cuando le reconocen, la alegría llena a los discípulos. Se quedaron
atónitos. No sabían que decir. Le habían visto muerto en la cruz y ahora le ven
vivo a su lado. Jesús les explica que todo ha sucedido tal y como lo habían
anunciado los profetas. El Mesías debía padecer y resucitar. Y en su nombre se
predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos.
El mensaje del perdón está presente, pues,
en las tres lecturas. Y el Evangelio corona el mensaje con la paz. El perdón
trae la paz a los corazones de las personas y a la sociedad. Quizá Jesús nos
esté diciendo que no hay otra forma de alcanzar la paz, la verdadera paz, sino
a través del perdón. Quizá nos esté insinuando que la venganza nunca ha sido
camino para alcanzar la paz sino una mayor violencia, porque la venganza sólo
es capaz de crear más violencia y muerte. Eso vale para las personas y para las
naciones. Jesús rompe esa espiral de violencia. Cuando matamos al autor de la vida,
Dios le resucitó de entre los muertos y nos abrió el camino que lleva a la
verdadera paz. Es el camino del perdón. El perdón que recibimos generosamente
de Dios y el que, también generosamente, tal y como lo recibimos de Dios,
otorgamos a nuestros hermanos y hermanas.
Paz y bien
Hna.
Esthela Nineth Bonardy Cazon
Fraternidad
Eclesial Franciscana
No hay comentarios:
Publicar un comentario